El gres porcelánico, el microcemento y otros materiales artificiales reciben un uso intensivo en el revestimiento de fachadas. Sin embargo, la búsqueda de eficiencia energética está empujando a los nuevos consumidores a ‘recuperar’ el granito, el mármol o la pizarra en sus proyectos de reforma.

El uso de revestimientos con rústicos potencia las cualidades aislantes de la vivienda. La piedra natural, por su capacidad para acumular energía térmica o inercia térmica, contribuye a aislar la fachada de las altas o bajas temperaturas del exterior. Con ello, reduce las pérdidas energéticas que repercuten negativamente en la factura de la luz.

Los revestimientos en piedra natural aportan un valioso grano de arena a la eficiencia energética del inmueble. En proyectos de construcción y reforma, su utilización con este objetivo mejora el acceso a subvenciones y ayudas a la rehabilitación de edificios residenciales y viviendas.

Además de su efecto aislante, decantarse por la piedra natural en el revestimiento es una decisión beneficiosa para el medio ambiente. Las láminas y plaquetas de este material se someten a un procesamiento mínimo de corte y de pulido, lo que significa que la generación de CO2 es casi nula en comparación con cualquier materia artificial.

La piedra natural puede reutilizarse cuantas veces se necesite, de manera que el desperdicio de recursos y la contaminación derivada brilla aquí por su ausencia. Por consiguiente, revestir el edificio con láminas de roca natural es una decisión cien por cien ecológica.

Pero además, piedras como la pizarra o el mármol elevan el valor estético de la propiedad. Su elegancia y rusticidad son características apreciadas por las nuevas generaciones.

Mientras que la madera y otros materiales son inflamables, las plaquetas de piedra actúan como una barrera que neutralizan la proliferación de incendios. En consecuencia, maximiza la seguridad en entornos públicos y domésticos.