Desde que nacemos la leche y los derivados de la leche nos han acompañado desde siempre, cuando nacemos lo más normal es que tomemos la leche de nuestras madres, como todos los mamíferos, y cuando vamos creciendo vamos tomando leche en muchas formas diferentes como queso, yogures y los demás derivados de la leche, es curioso que de todos los mamíferos de nuestro planeta, el ser humano es el único o sino el único, unos de los pocos que después de la infancia sigue bebiendo leche hasta casi el fin de sus días, todo dependiendo claro está de que la persona que tenga que tomar la leche le guste, que no es tan raro que a bastante gente no le guste la leche. A mi personalmente la leche nunca me ha apasionado y a veces no puedo llegar a comprender a esa gente que se bebe la leche a morro como si se tratase de agua.

Pero lo que no me cabría en la cabeza sería una vida sin los derivados del queso, por ejemplo que sería de nosotros sin el queso, no tendríamos un montón de comidas que a todos o casi todos nos gustan, no existirían las pizzas a las que muy poca gente es capaz de resistirse cuando tiene una delante, el propio olor ya hace que se nos haga la boca agua, o ya no existirían los bocadillo de bacon con queso que es una delicatessen que está muy poco valorada por toda la grasa que tiene el bacon, pero hay que reconocer que es un manjar de dioses, ni los propios dioses rehusarían un bocadillo de bacon con queso.

Vamos, que una vida sin queso ni sus derivados sería una vida muy triste, los yogures que tanto nos gustan de muchos y variados sabores, ¿qué les daríamos a nuestros hijos para merendar cuando son unos bebés, los yogures son un alimento que es fácil de comer y de digerir, que ese es otro tema, ahora cada vez hay más gente que es intolerante a la lactosa y por consiguiente no pueden tomar ni leche ni sus derivados, ellos se lo pierden.