De media, la etiqueta del precio del vino presenta dos cifras, pero en las botellas más selectas puede albergar tres, cuatro y hasta cinco dígitos. Esta disparidad no debe atribuirse solo al valor de la marca o a la antigüedad de la añada, pues otros factores (variedad de uva, coste de la producción, etcétera) también influyen.

La procedencia del vino es un condicionante a destacar. Como demuestran el albariño pazo baion precio y otros productos de la D.O. Rías Baixas, la región en que se elabora esta bebida puede encarecer su valor, pues las técnicas y conocimientos empleados disfrutan de cierta exclusividad y están protegidas por los Consejos Reguladores Vínicos.

Lógicamente, la imagen corporativa o el historial previo de un producto vinícola pueden aupar el precio final. Si una añada en particular es galardonada en los Decanter World Wine Awards, por ejemplo, la demanda de la misma se disparará y con ella, su valor inicial. Más que una cuestión de marketing, es economía de mercado.

Por otra parte, el coste de la materia prima del vino experimenta fluctuaciones de un año a otro. La escasez o abundancia de uva provoca desequilibrios en la oferta y la demanda de esta fruta, juntamente con cualquier producto derivado.

La calidad de la cosecha en un año determinado afecta al precio de las botellas a medida que escasean. Si estos factores se combinan de forma extrema —añada excelente pero muy limitada—, el vino puede alcanzar precios desorbitados. Por ejemplo, una botella de Château Mouton Rothschild de 1945 llegó a ser vendida por más de trescientos mil dólares, nada menos.

La fijación de precios en el mundo del vino está subordinado también a los costes de producción. El envasado, etiquetado, embotellado, etcétera, debe hacerse siguiendo estándares de calidad que varían de un país a otro.