Segunda residencia

Segunda residencia

Hace tres años decidí volver a vivir en el pueblo. Había cambiado de trabajo y me había establecido por mi cuenta de forma que podía trabajar desde casa: ya no tenía sentido vivir en la ciudad pagando un alquiler escandaloso. Mis vecinos en el pueblo eran una familia de madrileños que venían de vez en cuando por su segunda residencia, sobre todo en verano, claro. 

Con la llegada del virus, la vida de los pueblos no ha se ha visto tan afectada, al menos en mi comunidad ya que apenas ha tenido incidencia, pero nos pusieron las mismas reglas que a los demás así que, teóricamente, debíamos permanecer en nuestras casas y solo salir para lo imprescindible, además de para pasear el perro. 

Lo que me sorprendió una noche, ya a punto de irme a dormir fue escuchar los portales de aluminio de la casa de mis vecinos abrirse. Rápidamente fui a echar un ojo porque me habían comentado que algunos ladrones estaban aprovechando todo esto del confinamiento para colarse en zonas turísticas aprovechando que muchos propietarios no podrían acudir a sus casas en mucho tiempo. Pero no eran ladrones, eran los vecinos. Esperé hasta por la mañana para hablar con ellos.

Me dijeron que se habían saltado el confinamiento porque no aguantaban más. La mujer estaba con un ERTE y el hombre había pedido unos días. Y como los niños estaban “sin colegio” pues todos a la playa. Mi vecino me dijo que aprovecharían los días que iban a estar allí para hacer algunas chapuzas, como el arreglo de los portales de aluminio de la casa que chirriaban. En eso, tenía razón. 

No me quise meter a juzgarles por saltarse la normativa. La verdad es que no era asunto mío y lo del virus no me preocupaba demasiado, pero sabía que no iban a durar mucho en el pueblo. Y efectivamente el rumor se extendió rápido, y los “irresponsables” de mis vecinos tuvieron que empacar de vuelta antes de que el resto de vecinos fueran con antorchas a sacarlos de allí… saltándose también el confinamiento.

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