Me había hablado de ello, pero no me fiaba mucho. Es cierto que desde hace años la cirugía estética ha avanzado mucho, pero algunas de las técnicas que hablan suenan un poco a ciencia ficción. A mí me gusta tener ejemplos reales para juzgar. Y fue a través de una amiga como comprobé que esta nueva técnica sí podía ser una realidad. Carmen me llevaba tiempo hablando de ello, que en la clínica donde le habían retocado la nariz se lo habían ofrecido. Al final, se decidió a hacerlo.

Y es que la liposucción sin dolor suena bien al principio. Uno de los grandes temores de las pacientes que se someten a este tratamiento es la cirugía. Porque la liposucción conlleva cirugía, anestesia y postoperatorio. Es así y hay que aceptarlo. También tiene sus riesgos, aunque mínimos. Pero por la experiencia de otra amiga sé que la operación puede ser delicada y algo angustiosa. 

Es lo mismo que cuando entras en el quirófano para otra operación sencilla, sobre todo cuando te hacen firmar esa clase de papeles de consentimientos: que si te puede pasar esto, que si te puede pasar lo otro. Incluso hasta en el dentista te hacen firmar consentimientos. Se trata de fórmulas estándar obligatorias desde un punto de vista legal (los centros médicos se aseguran de haber informado al paciente de los riesgos y evitan el ‘riesgo’ de demandas). Pero, con todo, es un poco delicado.

Por todo ello, cuando Carmen se presentó ante mí un par de meses más tarde, toda estupenda y con una sonrisa en los labios recordé lo que me había hablado de la liposucción sin dolor. Suponía que era otra técnica sin apenas resultados. Pero no fue así. Carmen me comentó que había conjugado la liposucción con una dieta especial que le habían puesto en la clínica: una dieta adaptada a sus condiciones físicas y a su modo de vida, nada demasiado radical. Pero junto a la lipo había logrado cambiar el físico en un par de meses. Y todo ello con un procedimiento más limpio y seguro que la liposucción tradicional.