El supermercado apocalíptico

El supermercado apocalíptico

Soy fanático de las películas apocalípticas, de esas en las que un cataclismo (ya sea una guerra nuclear, una invasión zombi o un virus mortal) merman a la población obligándola a tomar medidas extraordinarias. Supongo que somos muchos los que disfrutamos de estas situaciones extremas… desde la comodidad del hogar, desde el mullidito sofá del salón. Pero aunque nos sentimos muy seguros y protegidos, la vida puede dar un giro dramático en cualquier momento.

Llegué al supermercado a las 9 de la noche. Supuse que habría mucha gente cargando productos a última hora, pero estaba todo vacía. Como en el centro comercial solo tenían abierta la zona de supermercado apenas había coches en el aparcamiento. Y un detalle me dio un pequeño respingo: los carros estaban todos desperdigados sin ningún orden.

Generalmente, con los carros de los supermercados todo el mundo es muy cívico… porque hay que sacar el euro. Pero los gestores del centro comercial habían “liberado” los carros para acelerar el proceso de compra. Y con un detalle tan aparentemente nimio me di cuenta de que la gente ya empezaba a comportarse como en las películas apocalípticas. ¿Para qué colocar el carro en su sitio? Dejémoslo tirado por ahí en medio de la carretera. Total, ¿qué más da? Vamos a morir todos…

Una vez dentro del supermercado me volví a tranquilizar: saqué mi lista de la compra y me dirigí a la zona de los yogures para meter en mi carro varios packs de yogures central lechera asturiana. Era uno de mis encargos principales porque los días anteriores los lácteos habían volado. Pero en este centro comercial había repuesto bastante y era una buena hora, porque todos estaban en casa ya preparándose para el apocalipsis zombi, o sea, para el estado de alarma. 

Así que en el supermercado había de todo, hasta papel higiénico, lo que me tranquilizó aún más. Con eso y los yogures central lechera asturiana ya pude volver a casa. Ya se sabe lo que dicen los psicólogos: al parecer, tener papel almacenado en situaciones de crisis tranquiliza. Mejor eso que prozac, ¿no?

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